Hoy, la modernización ha concluido y los inquilinos ya notan las ventajas. Ahora tienen una tarifa plana para la energía. Las viviendas no sólo parecen más inteligentes, sino que son más inteligentes.
El programa piloto renovó diez viviendas de Sneinton. El reacondicionamiento consistió en una remodelación integral con nuevas paredes exteriores y ventanas, un tejado solar y un sistema de calefacción inteligente. La tecnología instalada permite a los inquilinos utilizar la energía de la forma más rentable y aprovecha las fuentes de energía in situ. Las intervenciones incluyeron una mejor iluminación exterior, claraboyas y ventanas más anchas para mejorar el confort general y fomentar un mayor sentido de comunidad. Sólo se tardaron dos semanas en completar las mejoras, lo que causó mínimas molestias a los inquilinos.
El plan se basa en el reciente modelo Energiesprong, que adapta el parque de viviendas existente a las normas energéticas de 2050. Este modelo, originario de los Países Bajos, es la primera vez que se utiliza en el Reino Unido. Ahora se va a implantar en otros distritos de Nottingham y en otras ciudades como Derby.
Cambio de juego en la contratación
El modelo utiliza un enfoque innovador de la financiación a lo largo de toda la vida; el coste de las obras se diseña para que sea igual al ahorro previsto en mantenimiento y energía durante un periodo de 30 años. Se basa en los resultados, ofreciendo garantías tanto al propietario como al inquilino. Y para el proyecto piloto de Sneinton, esto supuso un cambio de mentalidad por parte de todos los implicados.
Por lo general, cuando un ayuntamiento publica una licitación, busca el coste inicial más bajo. Según Emily Braham, Jefa de Energía Sostenible de Nottingham City Homes, esto puede recompensar una menor calidad y pone al contratista en contra del cliente -el ayuntamiento- desde el principio. Las especificaciones se fijan desde el principio y los licitadores intentan igualarlas compitiendo en costes. Con el plan de rehabilitación de Sneinton, las cosas se pusieron patas arriba; tanto el ayuntamiento como el contratista se encontraron embarcados en una pronunciada curva de aprendizaje en la que las especificaciones contractuales se establecían al final del proceso de diálogo iterativo y no al principio.
Se trataba de algo insólito, ya que el NCC tenía que licitar para una adaptación basada en resultados que aún no se había diseñado. Además, no sabían exactamente lo que pedían; sólo conocían realmente el resultado, que eran las normas energéticas de 2050. La gran incógnita era ¿Qué rendimiento podría conseguirse realmente y de forma rentable? Como explica Emily Braham "Fue un trabajo minucioso preparar una licitación cuando no teníamos un punto de referencia para guiarnos. Y al principio nos preguntábamos cómo íbamos a poder evaluar realmente las ofertas recibidas. Tanto nosotros como los licitadores nos encontrábamos en aguas desconocidas".